¡POR QUÉ SOY FELIZ!

domingo, 12 de enero de 2014

EL PATIO LLENO


Cuando el patio se encuentra abarrotado de niños somos felices, soy feliz, el colegio cobra vida, todo es vida: las escaleras, los pabellones, las aulas, hasta las envolturas de caramelos lanzadas al aire por algún despistado parecen parlotear. En fin, observar el patio en la hora del recreo es un verdadero deleite. El enjambre de niños que  se  pugnan a codazo limpio los arcos para el fútbol, es una maravilla. 

Discusiones airadas: los más 
grandes se apoderan de la cancha; protestas inútiles de los más pequeños. Finalmente los más grandes hacen prevalecer su tamaño y hegemonía; pero ni tanto porque luego de varias riñas los más pequeños regresan avivados por un líder de su mismo tamaño, con el rostro agrio  y los puños cerrados. Ay de los que se atrevan a votarlos porque su líder, un pequeño de 6 años, es una verdadera fiera; sólo sus manitos que se mueven de un lado a otro, hacen retroceder al más villano de los villanos. Pero lo más asombroso: 3 o 4 niños apostados en el arco fungiendo de arqueros para distintos equipos. No se cómo se las ingenian para no confundirse. Todos  como púgiles en cancha se torean  embravecidos. El sudor corriéndoles por la frente, los pantalones sucios y los polos mojados. Ay de quien se atreva a cruzar el patio en esos instantes porque termina vapuleado como tiro al blanco.

Escuchar el sonido de la campana es otro deleite. Basta agitar un segundo la campana para que corran como hormigas a distintas direcciones: unos a sus aulas, otros al baño, otros al kiosco y, los más  frescos, con el caminar de una tortuga, se disponen a continuar sus juegos de canicas  a escondidas detrás de las aulas. Observar la hora del recreo es vivir con intensidad cada día de mi vida. Soy feliz. He aprendido a apreciar lo bueno de mi trabajo y los niños con sus defectos y virtudes como nosotros,  son la parte primordial de él. Un patio vacío cada fin de semana, es fúnebre, mustio y las aulas melancólicas, hasta las palomas, asiduas visitantes, desaparecen para retornar fielmente los lunes en la formación.

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