¡POR QUÉ SOY FELIZ!

domingo, 4 de agosto de 2013

PERDÓNAME PAPÁ

No lo pensé más… era hora de romper ese hielo que me alejó de ti tantos años. Aferrada al manojo de claveles frescos en mi pecho, me dispuse a verte. En el trayecto, las dudas me consumían y la angustia de reencontrarme contigo me paralizaba. Atravesé el inmenso portal de entrada, algunos mozuelos indagaban  y ofrecían “agua
” a todos los que por ahí pasaban.
De lejos divisé tu sepulcro e imaginé tu silueta encorvada, tus brazos descansando en tu espalda  y tu mirada seria clavándome el rostro. Los ojos se me nublaron y me sumergí en una profunda depresión y tristeza recordando los maravillosos momentos  que me regalaste en vida como cuando nos traías los chisguetes de agua en carnavales a la casa del abuelito; cuando llevaste a la familia en pleno al carrusel, causando admiración entre los presente al ver  una familia tan numerosa como la nuestra; o cuando compraste el ansiado televisor y lo trajiste en una caja de cartón para darnos la sorpresa… oh cuánta alegría sentí. No sabes el enorme placer que nos regalaste papá. En honor a ello, te pedí perdón papá, sí, perdón, por mi indiferencia y el largo resentimiento que me atosigaba  cada 28 de julio, el día de tu cumpleaños  y que me hizo más daño a mí que a ti. Empapada en mis lágrimas no lograba articular palabra alguna. Tú dejaste que me desahogara. Poco a poco fueron desapareciendo de mi memoria, tus largos años de ausencia, las privaciones, tus idas y venidas  abarrotadas de furia desmedida. Te perdoné papá. Lo necesitaba.  Nos perdonamos ambos y sentí por fin la paz que tanto ansiaba y que yo misma me encargué de expulsar.  Me he reconciliado contigo y no sabes el bienestar y tranquilidad que me embarga ahora, después de sumirnos en ese abrazo imaginario tantas veces soñado. Te quiero papá.