¡POR QUÉ SOY FELIZ!

domingo, 24 de noviembre de 2013

                                        EL PEQUEÑO ADERLY

El primer concurso de matemática sirvió para darme cuenta de su grandiosa inteligencia. No había reparado en su presencia, salvo las contadas veces que las niñas lo mencionaban en sus imaginarios amoríos a los que yo increpaba enojada.
-¡Cómo te fue? ¿Terminaste todo?- le interrogué ansiosa, al verlo parado cerca a mi pupitre, al término del concurso de matemática.
-Mmm… más o menos- añadió frotándose las manos avergonzado.
-¡No importa Aderly! Estoy segura que fue el mejor examen.- le dije acariciando su cabecita. Complacido, él se fue a su lugar sin quitarme la vista. Me quedé pensando, escudriñando en mis pensamientos cuán difícil estuvo el examen! 

Era muy pequeño para su edad, sus cachetes rosaditos brillaban a la luz del día y me atrevo a afirmar que ese era su encanto porque muchas veces oí a las niñas pregonar “sus cachetitos lindos” mirándolo de reojo, huyendo luego ellas sonrojadas al percatarse de mi presencia. Pronto su popularidad invadió el aula, cuando fue condecorado en la formación  con la medalla de bronce, recibiendo los aplausos con  excesiva timidez, exhibiendo orgulloso su medalla. 

Desde aquel día no pasaba desapercibido en la formación ni en el recreo porque siempre era señalado por algunos curiosos y, más aún cuando fue elegido “Compañero ideal” por sus demás amigos. Los gritos de alegría retumbaron el aula cuando, al término de las votaciones, él se llevó de encuentro a los demás participantes por amplia diferencia. Pensé, dado a su timidez, que rechazaría la nominación pero, me causó asombro cuando dijo extasiado de felicidad:
-¡Yo quería ser el compañero ideal!- sonriendo tímidamente, mientras los demás lo ovacionaban a rabiar, abrazándolo, estrujándolo, palmoteando la mesa en señal de triunfo, sin una pizca de envidia, llenos de optimismo. Me quedé segundos, minutos observando la escena sin decir una sola palabra, conmovida por la camaradería en mis alumnos. Los dejé, sin protestar, saciar sus ímpetus, mientras  guardaba en mi bolso las prácticas, mirándolos de tanto en tanto, sonriendo complacida del hermoso momento que estaba viviendo  y que nunca olvidaría.