¡Oh, cómo pasa el tiempo!...mis vacaciones se van terminando y
aún no termino de hacer todo lo que me propuse. Quiero comentarle sobre un
taller de escritura que encontré en mis largos viajes por el Ciberespacio. Se
llama Literautas y realmente me ha encantado encontrarlos. Cada mes
participan muchos lectores que gustan de la escritura en el Taller de escritura "Móntame una escena". En el mes de octubre del 2013, participé por primera vez
en el taller Nº 11 que consistía en enviar un
cuento que comience con la frase “Decidí visitar a la bruja” o “Decidió visitar
a la bruja”. Quiero compartir con todos los que visitan mi blog mi primer
texto, ahí va:
Allí me dirigí con mi fastidioso equipaje, que dificultaba mi travesía y, con la esperanza envolviéndome como una suave brisa, me encaminé ansiosa. Apuré el paso, la puerta estaba abierta, la empujé suave, un fuerte olor a incienso me fustigó el rostro. Me detuve por unos segundos asustada e imaginé a la rolliza señora de 4 pelos sentada en su silla convirtiendo a los exhaustos viajeros en divertidos animales, cuando súbitamente una mano extraña me tocó la espalda. El terror me paralizó y, sacando fuerza desde lo más recóndito de mi cuerpo giré la cabeza y me enfrenté cara a cara con un ser diminuto, agrio, con la mirada penetrante. Estiró sus manos pequeñas y rugosas sonriendo dócilmente, planeando sin murmuraciones tomar las mías. Esquivé mis brazos aterrada y percibiendo mi negro destino como alimento de caníbales salvajes, huí selva adentro internándome en la espesura, buscando horrorizada protección en algún agujero
ENTRE BRUJAS
"Decidí visitar a la bruja rolliza
de cuatro pelos cuando ya no había nada por hacer. Pedro, con las heridas
frescas, el cabello largo llegándole a los hombros y, el orgullo aniquilado sin
clemencia me suplicó con lágrimas en los ojos “ayuda”. Sonreí complacida
evitando la burla y el menosprecio, cobrándome el destino los desaires y las ofensas
del pasado. Asentí sin remilgos enterrando todo resquicio de venganza y me hice
a la larga travesía en busca de la distinguida señora. Viajé por toda la selva,
salpicada de árboles, lluvias y animales salvajes durante 5 días y, cuando me
daba por vencida, divisé a lo lejos, la rústica figura de la cabaña ubicada al
pie de una hilera de frondosos árboles, que como celosos guardianes vigilaban
la vivienda.
Allí me dirigí con mi fastidioso equipaje, que dificultaba mi travesía y, con la esperanza envolviéndome como una suave brisa, me encaminé ansiosa. Apuré el paso, la puerta estaba abierta, la empujé suave, un fuerte olor a incienso me fustigó el rostro. Me detuve por unos segundos asustada e imaginé a la rolliza señora de 4 pelos sentada en su silla convirtiendo a los exhaustos viajeros en divertidos animales, cuando súbitamente una mano extraña me tocó la espalda. El terror me paralizó y, sacando fuerza desde lo más recóndito de mi cuerpo giré la cabeza y me enfrenté cara a cara con un ser diminuto, agrio, con la mirada penetrante. Estiró sus manos pequeñas y rugosas sonriendo dócilmente, planeando sin murmuraciones tomar las mías. Esquivé mis brazos aterrada y percibiendo mi negro destino como alimento de caníbales salvajes, huí selva adentro internándome en la espesura, buscando horrorizada protección en algún agujero
La diminuta bruja con una extraña
bolsa, me persiguió sin tregua en medio de una ventisca traicionera,
descubriendo la increíble agilidad de sus piernas y el derroche de piruetas.
Comprobando y deduciendo lo inútil de mi huida y que finalmente terminaría
acorralada en sus trampas me planté de un salto en una piedra grande, me
disfracé con el rostro más duro y sanguinario que se haya visto y, con gruesos
palos en la manos le hice frente inflando los pechos, con el cuello erguido. A
penas me vio se detuvo y me examinó inmóvil primero, luego dando vueltas a mi
alrededor siguiéndola yo a la defensiva sin bajarme de la piedra. No pedí
clemencia porque sentí que no la necesitaba y, mientras más gesticulaba con
avidez mi rostro, más la rolliza retrocedía; mis aires de fortaleza y dureza
fingida la apabullaron y retrocedió con miedo intentando asirse de algún árbol.
Enarbolando los palos con el ceño fruncido bajé de la piedra y avancé hacia
ella sin miedo, con determinación, despacio, suave, deteniéndome por momentos.
Cuando tenía la situación controlada la diminuta bruja echó a correr como una
endemoniada, zigzagueante perdiéndose en la espesura. Me quedé quieta por unos
minutos y, cuando estuve segura del camino libre corrí en sentido contrario sin
voltear, atravesando árboles con frutos, ríos con piedras y, débiles puentes de
madera que atravesé sin pestañear segura de encontrar la salida".