No lo pensé más… era hora de romper ese hielo que me alejó de
ti tantos años. Aferrada al manojo de claveles frescos en mi pecho, me dispuse
a verte. En el trayecto, las dudas me consumían y la angustia de reencontrarme
contigo me paralizaba. Atravesé el inmenso portal de entrada, algunos mozuelos
indagaban y ofrecían “agua
” a todos
los que por ahí pasaban.
De lejos divisé tu sepulcro e imaginé tu silueta
encorvada, tus brazos descansando en tu espalda
y tu mirada seria clavándome el rostro. Los ojos se me nublaron y me
sumergí en una profunda depresión y tristeza recordando los maravillosos
momentos que me regalaste en vida como
cuando nos traías los chisguetes de
agua en carnavales a la casa del abuelito; cuando llevaste a la familia en
pleno al carrusel, causando admiración entre los presente al ver una familia tan numerosa como la nuestra; o
cuando compraste el ansiado televisor y lo trajiste en una caja de cartón para
darnos la sorpresa… oh cuánta alegría sentí. No sabes el enorme placer que nos
regalaste papá. En honor a ello, te pedí perdón papá, sí, perdón, por mi
indiferencia y el largo resentimiento que me atosigaba cada 28 de julio, el día de tu
cumpleaños y que me hizo más daño a mí
que a ti. Empapada en mis lágrimas no lograba articular palabra alguna. Tú dejaste
que me desahogara. Poco a poco fueron desapareciendo de mi memoria, tus largos
años de ausencia, las privaciones, tus idas y venidas abarrotadas de furia desmedida. Te perdoné
papá. Lo necesitaba. Nos perdonamos ambos
y sentí por fin la paz que tanto ansiaba y que yo misma me encargué de expulsar. Me he reconciliado contigo y no sabes el
bienestar y tranquilidad que me embarga ahora, después de sumirnos en ese abrazo imaginario tantas veces soñado. Te quiero papá.
1 comentario:
Lamento mucho no haberme acercado a ti antes papá.
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